Recuerdo bien cuando eras tú quien me acompañabas en mis expediciones micológicas. Me robabas un beso entre los pinares y me abrías la camisa cuando ya habíamos llenado la cesta. Después te gustaba colar tus manos en el mandil, mientras cocinaba las setas con un poquito de carne y mucho, muchísimo amor. A fuego lento, para que nos diera tiempo a amarnos antes de poner la mesa.
El tiempo, la desidia y probablemente mi torpeza, fueron marchitando el bosque y los pliegues de nuestras sábanas.
Hoy me acompañó el niño al campo, aún le falta destreza y metió en la cesta una amanita phalloides.
Quise decirte en la sobremesa que a pesar de todo, aún seguía queriéndote, pero para entonces, yo ya me había quedado dormida.
Doloroso, muy doloroso.
ResponderEliminarDesamor y muerte. Tremendo.
Un abrazo.
Alguien dijo una vez "si nada nos salva de la muerte, al menos que el amor nos salve de la vida". No sé si me gusta la reflexión, pero encaja bien.
EliminarUn relato muy romántico en su inicio y triste por el final. Aunque el suicidio no es un final feliz, tu relato se sale de lo habitual que se lee por ahí, ese cargarse al marido. En ocasiones pienso que los escritores pasan mucho tiempo jugando con los cuchillos de la cocina.
ResponderEliminarUf, a mí la sangre me impresiona. Soy más de barbitúricos o en su defecto de un buen rodillo. Gracias Ximens, un placer que tanta genialidad se pasee por estos lares.
EliminarCreo que la torpeza no debería personalizarla en ella sola,¿una pareja son dos, no?.
ResponderEliminarNo se debe dejar cosas para mañana cuando hoy puede ser ese día para decir, explicar...
Retal duro.
Besos despiertos.
Sólo existen torpes si los que están enfrente así lo entienden. Besotes, Gloria.
EliminarLo más duro la resignación a ese destino que ves venir pero del que no te ves con fuerzas de escapar.
ResponderEliminarMuy impactante Piel, en cuatro escenas de una precisión envidiable, en serio. Bravo.
Abrazos.
A mí la resignación me suena con esa cadencia de la brisa, en la que todo discurre con calma pero es el preludio del temporal
EliminarO quizá lo sabio sea no decirlas nunca. Quien sabe. Las palabras no son siempre precisas. Gracias Diego. Saludos de vuelta.
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