Con el acerico en la muñeca izquierda y la cinta métrica
bajando por el tobogán que dibuja su cuello, sujeta el dobladillo del pantalón
con un par de alfileres.
Abre el costurero para coger una canilla negra para la Singer y la
enhebra con parsimonia, dejando escapar un suspiro que inunda la estancia.
Acompasa a sus recuerdos, el sonido cadente, hacia delante y atrás del pedal de la
máquina.
Es ese runrún, el que la evade hasta el último beso, donde la
aguja clava su acero en la soledad y sacude la sangre cada vez más salada.
Todavía conservo la Singer de mi madre, igual que la de tu foto.
ResponderEliminarTu relato me llevado a ese runrún del pedal, a las canillas, a los hilos ( el de algodón para hilvanar), a esa cinta métrica, a los papeles de seda prendidos con alfileres indicando los bolsillos y los cuellos, a las piedras de marcar...
Cuántos recuerdos...
Es muy bonito Raquel. Las agujas se clavan sin piedad una y otra vez...son gajes del oficio ( de vivir)...
Cuanto se puede decir sin apenas decir nada!!!
ResponderEliminarHas hecho que pueda imaginarme la escena perfectamente.Muy bonito!!!
Precioso micro Raquel, sensitivo y nostálgico. Redondo. Enhorabuena!
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