Nos conocimos en la cafetería del tanatorio. Ella un café y
yo un Whisky doble. Libertad para ahogar las penas, pensé mientras advertí sus
ojos. No hizo falta más. Sentí el flechazo. A bocajarro, directo a mis
ventrículos.
Era una mujer de infarto, de muerte. Sonreí por la ironía de las
palabras en aquel lugar.
Quise pagar su café pero mis manos comenzaron a temblar, un
sudor frío se apoderó de mí. Timidez, asumí.
Me equivoqué.
Quince días después volví por allí. Ella seguía en la barra, exuberante,
esperando nuevos clientes. Mi nombre, presidía ya la sala número dos.
Fotografía: N. Estalayo
Que genial!!! Con una Muerte así de.exuberante cualquiera no se juega la.vida...!!
ResponderEliminarMe encantó Raquel.
Saludos!