Un señor con levita que se parece a Pushkin se encarga de la intervención.
Con pericia y de un solo tajo en el tórax, consigue una hendidura lo
suficientemente amplia para que su ayudante me extraiga el corazón sin
fisura alguna.
Con brusquedad llenan la oquedad con guijarros y se llevan la
poesía.
Hoy he sentido un cosquilleo en el pecho, ruido en el pedregal. Una lapa se
ha adherido a mí.
Juntos somos ahora acantilado, escenario de suicidios, estrado donde recitar versos de amor.
Juntos somos ahora acantilado, escenario de suicidios, estrado donde recitar versos de amor.
¡Qué preciosidad! Ni me imagino la poesía que harías antes de que te quitaran el corazón. Bravo, es genial.
ResponderEliminarQué relato más poético y bonito. Felicidades.
ResponderEliminarBesicos muchos.
Ese poeta ruso, que además en tu relato también es cirujano, no imaginaba que al extraer ese órgano y rellenarlo de piedras, la sensibilidad del paciente iba a incrementarse, y hasta iba a encontrar su media lapa.
ResponderEliminarUn abrazo, Raquel
Me encanta. Nada que envidiar sl ganador.
ResponderEliminarOooh...quiero decir...oh...vaya. Hermoso. Mucho. Envidia. Cochina. Mala. Raquel, eres buenisma.
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