Deja unos puntos suspensivos, como cuentas de un
rosario prendiendo del talle de su hábito.
Tras los azotes, Sor Ángela me ha puesto cara a la
pared y, como cada viernes, ha vuelto a castigarme sin recreo. Sé que esos son
el menor de los castigos.
- Tienes que ser buena…, me susurra al oído, sujetando
mi rostro, mientras el alborozo del patio se cuela sin piedad por las rendijas
de la ventana.
Fotografía tomada de la red
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