martes, 12 de marzo de 2019

Tócala otra vez

Esas alas de plástico servían para volar de Casablanca al infierno, a la soledad de las noches sin la Bergman y a las notas huecas del piano de Sam.
Para la última escena ajusté la cantidad de humo en el estudio para simular con neblina la apariencia poco convincente del avión y mi falta de pericia portando un sombrero. La magia del cine se encargó del resto.
Mi carta de despido llegó en cuanto encontraron a Bogart maniatado en el camerino, pero para entonces yo ya había besado a la chica sin necesidad de subirme sobre dos ladrillos.



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