Se dirige a la jaula de los leones para demostrarle cuánto se
equivoca.
Afirma con esos ojitos tristones que pone cuando algo va mal,
que los arañazos en su espalda no se los produjo Vilma, la vendedora de algodón
dulce de formas exuberantes, ni Paula, la rubia de ojos índigos de los
caballitos.
- Me creas o no, amor, fue Bárbara, la leona y su particular
manera de decirme que no quiere pasar de nuevo por el aro.
A lo mejor hasta cuela.
ResponderEliminarDiferente a lo que que he leído por ahí. En esta ocasión ese inicio limitaba bastante las posibilidades, eso creo.
Felicidades en cualquier caso
Hola, Piel.
ResponderEliminarYo no le creería, pero es genial como lo has concluido con ese aro.
Felicidades. De los mejores que he leído.
Un beso grandísimo.