Serán sólo cien palabras, contesta como un ritual Gabriel a su mujer.
Cien, masculla ella mientras ultima la enchilada con abundante queso para gratinar, siempre dices cien.
Él la escucha trajinar en la cocina y con una sonrisa vuelve al papel de su máquina de escribir que ansiosa espera sus manos. “Macondo era entonces una aldea de veinte casas”. Con esta frase pone fin a la página, saca el papel con calma y es, por el sonido que emite el rodillo de la Underwood, por lo que Mercedes sabe que se sentarán a cenar frío. Como cada noche.
Muy bueno, mucho.
ResponderEliminarMe gusta todo y... me lo imagino tan tan bien.
Jope, felicidades
Muy bonito y frío tu relato, como esas letras. Me ha parecido buenísimo. Felicidades.
ResponderEliminarBesicos muchos.
Qué buen homenaje y qué buenas letras. Ya me hubiera gustado haberlo escrito yo.
ResponderEliminarUn abrazo, Raquel