Limito al norte con la
necesidad de advertir el viento gélido en mi rostro para sentirme viva.
Al este, con el rocío
jugando en mis pies al caminar descalza.
Al oeste con un poema
de Gloria Fuertes y el quejido hondo de una guitarra.
El sur, sin embargo,
hace tiempo que rompió las fronteras y atraviesa mi piel al contacto con tu
boca.
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