Hace unos días di a luz una luciérnaga. Ocurrió tras
desmaquillarme y lavarme los dientes. Sentí un dolor punzante en los ovarios
durante unos segundos y, de súbito, noté un cosquilleo agradable en mis muslos.
Un tenue fulgor verdoso intermitente se dibujó bajo el satén blanco de mi
camisón y al levantarlo, la descubrí moviendo sus antenitas en señal de
indefensión. La tomé en mis manos y al acercármela a la cara, pude ver sus
tiernos ojos susurrando, aún sin pronunciar palabra, mamá. No pude evitar que
un par de lágrimas se deslizaran por mi rostro.
Pensé en decírselo a mi marido, pero contuve la emoción por
el riesgo de que me tomara por loca y por su irracional entomofobia. Tampoco le
he contado que he pedido una reducción de mi jornada de trabajo y que a media
mañana vengo a casa y la saco a pasear por el humedal cercano al pantano.
Hoy me ha dicho, de malos modos, que o llevo yo a reparar mi
teléfono móvil, o lo hará el, que está harto de las lucecitas nocturnas que emite
el dichoso artefacto.
Me ha encantado llegar hasta vos y conocerte
ResponderEliminarBienvenida a estos retales. Un placer
EliminarUna buena etimología para dar a luz.
ResponderEliminarQué sería de los microrrelatistas sin homonimias y polisemias.
ResponderEliminarUn placer verte por aquí, Margarita.