Anoche jugué
con la parca a la ruleta rusa. Hace meses que viene proponiéndomelo pero ya le
tengo dicho que las madres no disponemos de mucho tiempo.
Aproveché
que Paco se llevó a los niños a un partido de fútbol benéfico entre las viejas glorias del Madrid y el
Palencia CF y la llamé por teléfono.
Vestida de
gala acudió con un revólver que seguramente conoció mejores tiempos. En un
abrir y cerrar de ojos, se lo dejé como nuevo con el abrillantador de madera que
le apliqué a las cachas y con las buenas friegas de amoniaco que tuve que darle
al cañón para sacarle la suciedad incrustada, según me confesó, hace siglos.
Antes de
introducir la bala, charlamos de lo mundano y lo divino y brindamos con una
botella de tequila que compré a tal efecto. Animadas por los efluvios etílicos y
con la única compañía de su guadaña, nos sentimos felices.
Llegado el
momento disparé yo primero. Nunca tuve suerte en los juegos de azar.
Sigo
pensando en qué pondré mañana de comida mientras veo ese montón inmenso de ropa
pendiente de la plancha.
Para el Círculo creativo de Burgos
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