Varias veces al día me dejo morir, le hago una pausa a la
vida y me adhiero a la nada. Soy capaz
de despojarme de los sentidos, envolverlos a modo de crisálida y anidarlos en
mi ombligo.
Él dice, muy poético y a lo Neruda, que le gusta cuando
callo, cuando estoy como ausente, y lo
hace sorbiendo la sopa, sin mirarme siquiera a los ojos.
Es en esa metamorfosis carente de todo tacto, cuando mi
sangre lorquiana se derrama por la cuchara y mi piel se vuelve yerma.
Roberto Ferri. (Italia, 1.978)
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