El masajista no tardó en reconocer aquel lunar
bajo la nuca. Entre asustado y excitado, se sentó en el borde de la camilla y
comenzó a balancear incesantemente las piernas. La misma posición con la que lo
encontraron en el muelle, tras la huida de mamá.
Fotografía cedida por E. Burón
Buenísimo!!!!!!
ResponderEliminarMuy escueto pero con mucha miga. Felicidades y suerte.
ResponderEliminarBesicos muchos.