domingo, 10 de julio de 2016

pescARTE

Tras años navegando en el pacífico, Marcos Quintero maldice su suerte. Hoy, la fortuna, la mala, le ha traído a su red un animal con el que lucha encarnizadamente. Es escurridizo y trata de escapar de las manos del marinero que, enfurecido, introduce los dedos en sus agallas y con los brazos sujeta sus aletas. 
En ese duelo cuerpo a cuerpo en la cubierta del barco, descubre que el animal tiene pies de mujer, piernas de mujer,  una sirena invertida a la que la lucha y el estar fuera del mar está fulminado su resuello.
El hombre observa ahora despacio su cuerpo, se deleita en cada curva, advierte el brillo fascinante de su pubis, el seductor olor de su sexo.
Con calma, lo toma en sus brazos al objeto de devolverlo al mar. Es, en ese preciso momento, justo antes de abandonar el barco, cuando el animal retoma su brío y de un bocado se lleva a Marcos con él, posiblemente para siempre.

Imagen: Rene Magritte (1934)
Relato para el blog “Esta noche te cuento”. Pulsa aquí

jueves, 7 de julio de 2016

Alea Jacta est

Como dijo el César al pasar por el Rubicón, la suerte está echada.

 MICRORRELATOS FINALISTAS DEL CONCURSO RELATOS EN CADENA. EDICIÓN 2015-16
11 de julio: a partir de las 18.00h
Final anual del concurso Relatos en Cadena, de la Ser y la Escuela de Escritores.

Estrago
Mafalda Bellido (Junio)

Como si de una plaga venenosa se tratara fue subiendo, monte arriba y se llevó todo por delante, las cortezas de los árboles, los árboles, los jabalíes que se rascaban en las cortezas de esos árboles, la mariquita que se resguardaba bajo esa corteza y hasta la flor de jara en la que la mariquita descansaba. El ruido cesó y todo cambió. Ahora todo es gris. A veces lo enmascaran de blanco o de otros colores que imitan a otros colores; azul mar, verde pino, rosa jara, pero debajo todo es gris. Gris cemento.
Letras de Oriente 

Letras de Oriente
Paloma Casado (Mayo)


Desde el otro lado del planeta llegan las cartas que recibe periódicamente. Cuando abre el buzón y encuentra un sobre escrito con esa letra extraña, siente un regocijo que creía olvidado. Luego extrae con cuidado la cuartilla y lee sin comprender. A veces encuentra dibujado un corazón, un pájaro o una flor de almendro y por eso sabe que son cartas de amor. Las guarda ordenadas en un cajón y algún domingo por la tarde, las abre y olfatea su perfume de madreselva. Le hacen tanta ilusión, que no piensa devolverlas ni decirle al cartero que en esa casa no vive Mizuki Tanaka.

Cosas que hacer
 Raquel Lozano (Abril)

Acuérdate de lanzar mis cenizas al mar, de llevar al niño los lunes a inglés y los miércoles a natación. El jueves le ponen la vacuna y el viernes tiene revisión. No olvides regar las plantas ni sacar a Troylo a pasear antes de las 8 que si no, se lo hace encima. Recuerda que en mayo siempre se nos achucha el mes porque viene el seguro del coche y el tuyo de la caza. Haz verduras de vez en cuando, y pescado, que es más sano.
Ah, compra lejía y frota con agua fría la sangre; es como sale mejor.

Guerra de neologismos
 Arantxa Portabales (Marzo)

Serán solo cien palabras. Las esconde en su mesilla de noche. Durante el día, todas las que usa son inofensivas. Como por ejemplo “lavadora”, “macedonia” o “cucharón”. Las otras, las usa solo en la habitación. Si intento tocarla, abre su cajón y me grita: “Pilíapo” “Mustrode”, “Calíproce”… Yo contraataco inventándole piropos: “Polimposa”, “Malíbula”… Nunca funciona. Hoy decidí pedirle perdón. Así sin más. Se ha enfadado muchísimo. Ha sacado del cajón su peor insulto y lo ha silabeado furiosa: “PI-LI-CA-TRA-LLO”. Cuando se pone así, no hay manera. Lo que daría porque fuese ya de día y su dulce voz me susurrase “lavavajillas”, “espumadera” o “colesterol”.

Un hombre honrado
Manuel Menéndez  (Febrero)

Vivir a lo grande de los bienes gananciales nunca fue su objetivo, había sido una enamorada fiel hasta hoy, me confesó entre lágrimas mientras yacíamos exhaustos y desnudos. Tras meses de aburrida vigilancia, aquella tarde le había desvelado el encargo de su millonario marido, y tras la desconfianza e incredulidad, llegó la rabia que dio paso al sexo salvaje. Me vestí contemplando su joven y hermoso cuerpo. Después, le disparé a quemarropa y salí del hotel. El viejo me pagaba por saber si ella tenía un amante, cierto, pero también por matarla si lo descubría, y yo era de los pocos detectives honrados que quedaban en la ciudad.

Amantes
Ernesto Ortega (Enero)

Pero nunca, sin saber bien por qué, dejarán de mirar hacia arriba cuando salgan del motel. Quizás porque lo único que desean es que, por fin, un rayo les caiga encima y les parta en dos, para que una mitad pueda volver a casa con sus mujeres y la otra subir de nuevo a la habitación.

Patera
Carmen Quinteiro (Diciembre)
  Las besa con suma conciencia para no equivocarse entre tantas cabezas. Puede que sea la última vez que besa a sus niñas pero la idea ha dejado de dolerle hace días. Ellas, ajenas, juegan a sacar con un pequeño vaso de plástico el agua que va entrando gota a gota en la balsa. Y ella, jugando también a no morir, les dice que cuando lleguen, ya verán, van a ir a comprarse un vestido nuevo y un helado.

Las madres
Asun Gárate (Noviembre)

Vuelven a ser invisibles y se cuelan de noche en las habitaciones de sus hijos. Sigilosamente, para no despertarlos, se acercan a sus camas, los miran con ternura, los arropan o los desarropan –según la temperatura del cuarto–, les acarician la mejilla, les tocan el pelo, les besan en la frente. Les susurran al oído que les quieren. Después, recogen del suelo las zapatillas, los vaqueros, la sudadera. Encuentran su móvil. Observan la pantalla. Quizás no haya cambiado su antigua contraseña. Quizás sigue siendo un niño. Su niño. Las madres suspiran, les piden perdón y salen sigilosamente de las habitaciones de sus hijos.

El espectador
Ana Sarrías (Octubre)

 El puñetero ojo de la cerradura sigue rozando. Pero mi llave abre de todos modos, como siempre. Me descalzo y voy cruzando de puntillas el pasillo hasta la habitación de los niños. Están preciosos. Parece mentira todo lo que han crecido en un año. Les doy un beso en la frente y les arropo. Después entro en la habitación de los padres. Me acerco hasta su cama y les observo conteniendo la respiración. Me pregunto por qué no pudimos ser nosotros. Cómo se torció todo. Y cómo es que nunca cambiaron el bombín.

 El desafío
 Luz María Leira (Septiembre)

¡Cuánta fuerza y qué poca puntería tuvo el camello, para privarse de agua hasta desinflar sus gibas, para enroscarse el pescuezo, para arrancarse los dientes y retorcerse e introducir en su boca no solo el rabillo piloso sino también, una por una, sus cuatro zancas unguladas, para en esta sufrida posición de contorsionista chino apretarse y fruncirse y plegarse a sí mismo tantas veces doloridas que perdió la cuenta entre estertores, para convertirse en raquítico, en migaja, en miniatura, en pigmeo artiodáctilo, en microscópico átomo de camello exultante y conseguir contra cualquier pronóstico divino inadmisible traspasar de una maldita vez el puñetero ojo de la cerradura!