sábado, 26 de mayo de 2012

El sol del Sahara


Hacinados en aquel enorme congelador, con la escarcha descarnándonos la espalda, los labios tintados de añil.
Yusuff con la voz perdida, enloquecida, invocaba a Alá delirando.  
Olvidé el sonido del motor y me sumergí en mis recuerdos, acunado por el traqueteo del camión.
Volví unos segundos al desierto, jugueteé con los ojos brunos de mis hijos,  me acurruqué en el pecho de mi esposa, sentí su piel arropándome, comencé a sudar.
 No recuerdo cuando abrieron la puerta ni quien lo hizo, sólo oí gritar.
Intenté moverme pero no pude hacerlo,
yo ya había sacado mi billete de vuelta.


sábado, 19 de mayo de 2012

Castillos en el aire

Ayer en "Castillos en el aire", el programa de Libros y Escritores de Radio 21, no sólo mencionaron y halagaron este blog, sino que además me dieron la grata sorpresa de leer dos de los microrrelatos que aquí tengo publicados. Amores des-medidos y Cosmos.
Hace tiempo que tengo habitación con derecho a cocina en vuestro Castillo, hace meses que mi estela transita a hurtadillas por vuestras almenas, pero ayer me emocionasteis, me sacasteis la sonrisa estúpida que se aloja en  la boca del estómago. Muchas gracias.

Si queréis escucharlo, sólo tenéis que descargarlo de este enlace y como el programa dura 50 min, os doy la pista de donde se habla de estos retales. Min 11 y 25 más ó menos.

http://www.mediafire.com/?4hf5psi7s9w9ksc

martes, 15 de mayo de 2012

Amores des-medidos


El laberinto que dibujaron sus manos al ayudarle a ponerse la toga, le hizo sentir un brinco adolescente en su corazón, una triquiñuela en su pecho, que ansiaba salir desbocado.
El yacimiento de jade que albergaban sus ojos, la suavidad de sus manos al retirarle el pelo por encima de aquel manto azabache, le hicieron navegar surcando un dulce sueño.
Cerró los ojos para sentirse mecida por su voz, sintió que sus labios se acercaban trémulos a su boca y un pellizco se le alojó en su estómago cuando el le inquirió:
-          Díme cómo te gusta.
           Abrió los ojos y el acerico en su muñeca y la cinta métrica sobre su cuello le devolvió a su oficio como un jarro de agua fría. Su veredicto fue escueto:
            -   Que me tire menos de la sisa, por favor.


  Este microrrelato ha sido seleccionado en el concurso internacional de microrrelatos organizado por la Mutualidad de Abogados