martes, 30 de diciembre de 2014

Preludio en Mi Mayor

Cara A
   Velas a media asta,
     labios convexos,
          cóncavos sexos.

Cara B
   La armonía revuelve el alba,
     Pechos agitados,
            Sobresaltados.
 
Y el vinilo que salta,
     Que arrebata,
El éxtasis ata,
     nos mata.

      

sábado, 20 de diciembre de 2014

Los surcos del silencio

Mamá nos dijo que había brotado allí, en medio del huerto. Que probablemente fuera un milagro, o cosa de brujas, de las buenas, que dice, también las hay.
Nos impidió  hacer mueca alguna. Con ese luto que asustaba, nos hizo callar y ayudada por nosotros, llevó la bici al desván. La escondió con los libros prohibidos,  con las cartas de papá desde la cárcel y con su ropa almidonada en un baúl.
El día de Reyes mamá la colocó junto a los zapatos, con un gran lazo rojo.
Corrían tiempos de silencio, de rumores a gritos en el estómago.
En el pueblo dijeron que la bici fue un regalo de Don Fidel, el párroco con el que mamá se desahoga cada tarde.
Mienten. Yo sé que fue papá, aunque digan que está muerto. Él me confesó antes de que lo apresaran, que los Reyes, a veces, son los padres. 

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 Este relato ha resultado ganador del I concurso de "Burgos con Bici". Fue todo un placer vivir la experiencia con gente tan maravillosa. Mil veces gracias. Aquí está la crónica de la gala. 

martes, 16 de diciembre de 2014

Mutis

El mensaje era claro, conciso, breve y letal: no insistas, decía, y la voz se hacía un hueco en el estruendo.
No sigas, y cada fonema lo dibujaba un cincel desnudo esperando el golpe seco del martillo.
Al fin el portazo, el silencio sonoro, abrumador, las manos soldadas al móvil, el oído pendiente de las escaleras que ya sólo bajan, el pitillo consumiéndose con su carmín todavía impregnado, las manecillas del reloj en fase de ebullición, y la palabra perdón acechándole aún en la nuca, orgullosa en su silencio, con el filo introduciéndose en sus costillas.


     Ilustración: Edward Hopper

viernes, 12 de diciembre de 2014

50 Palabras

Cada vez más participo en concursos en los que no hay premio, en los que el placer lo da el mero hecho de escribir entre amigos.
Cada vez más huyo de los concursos literarios a los que se les ve el plumero de lejos. Aquellos que se acaban lucrando de los ingenuos, aquellos que se benefician de la buena voluntad de los escritores para publicar libros con esfuerzo cero a costa de los demás y después te bombardean el correo para que les compres "su" producto, que en realidad es tuyo y con la exigencia, siempre en letra pequeña, de quedarse con los derechos de autor de tus relatos.
Pues bien, un SEÑOR, así en mayúsculas, llamado Alejandro Garaizar se sacó de la chistera hace un par de años un concurso de esos de "porque sí" de los de "escribimos porque nos da la gana y al que no le guste que no mire" que tuvo mucho éxito en las Redes y ahora, con una elegancia exquisita, cuando ya tiene 1.000 relatos en su haber, publica un libro con una selección de los 200 que él ha considerado mejores y lo hace gratis, pudiendo descargarlo en Pdf u Online y si por si esto fuera poco, puedes adquirir el libro en papel por tan sólo 5 euritos que es más o menos el precio del coste de edición.
Me quito el sombrero ante gente así. Chapeau, Alex. Me hace feliz no sólo estar "tan a gustitoooo" con todos vosotros, sino descubrir gente como tú.
Para ver la página, pulsad aquí


jueves, 11 de diciembre de 2014

Fotorrelatando

     Eché raices en tu boca para que no se desarraigaran nunca mis besos

        Imagen: Christo Dagorov

martes, 9 de diciembre de 2014

2x1

Desmemoria2
Había escrito cien veces te quiero, en el reverso de un papel usado.
Con la mente hilvanada en los recuerdos y las manos temblorosas, lo introdujo en un sobre sin remite. No era necesario, ella reconocería su letra.
Él, confió en que el cartero pudiera encontrar la dirección con el destinatario “para ti, amor”.

Smartphone
Había escrito cien veces: te quiero. Doscientas más te amo. Trescientas veces en total en las que mi pulgar, víctima de un espasmo recurrente, taladró nuevamente la tecla suprimir.

Fotografía de Vlad Artazov