domingo, 25 de enero de 2015

Cocido montañés

Escoge con calma las alubias, para que ninguna piedrita se cuele en el guiso. Selecciona el cuchillo más afilado de la tacoma para cortar  con movimientos secos la berza, dejando escapar en cada tajo un suspiro apenas perceptible. El filo golpea la tabla de madera desnuda, desabrida, seca, como el portazo que se quedó alojado en sus oídos.

La emprende ahora con la cebolla. La desnuda despacio, se deleita en cada capa, en cada recodo, como lo hiciera él, apartando los nudos que atan sus curvas. Le imagina a su lado y el aceite comienza a hervir.

Una lágrima se desliza hasta su boca. Su sabor le recuerda que debe añadir la sal y la pizquita de pimentón.  Escucha tras de sí entornarse la puerta de la cocina y cierra los ojos, esperando el beso por la espalda que se diluye con el agua ante las palabras del niño.
-          Mamá, ¿estás llorando?
-          No, cariño, son estas malditas cebollas.

El chop chop de las alubias acalla su bronco palpitar

Bajo el lema "a qué sabe Cantabria", este relato se ha alzado con el primer premio del I concurso de relatos del Parlamento Cántabro. Podéis ver el resto de relatos entre los que se encuentran los de grandes compañeros de letras pinchando en la fotografía.

martes, 20 de enero de 2015

Ausente, ma non troppo

Usted es el primero que la abre. Hace años que no entra el sol por esta ventana.
Comenzó a llover el mismo día en que él falleció. Las gotas fueron abordando el cristal de forma silente, piano piano, animándose unas a otras con un ritmo trepidante, increscendo, hasta quebrar las nubes, mezzoforte, hasta agitar la tormenta, mi tormento.
También debería intentar reparar el piano, su piano. Ya no suena. Por más que acaricio sus teclas, sigue mudo. Como si no sintiera nada, como el que oye llover.

martes, 6 de enero de 2015

Los primeros despojos del año

Sin saber por qué, le di un puñetazo al espejo. 
Mi rostro se descompuso en múltiples puzzles ordenados sobre las baldosas del baño.
A pesar del desconcierto, ella estaba ahí. Siempre ella. En todas y cada una de las piezas.


Sin saber por qué, le di un puñetazo al árbol. Las luces dejaron de titilar, los adornos se desmembraron en mil pedazos.
Mi psiquiatra dice que no canalizo bien las emociones, que soy incapaz de aceptar que él, a diferencia del turrón, no volverá a casa por navidad.

          Imágenes tomadas de la red