martes, 25 de octubre de 2011

Subsistencia

Esperó a que la noche le cubriera con su manto de complicidad y ahuecó sus plumas. 
Volvió nuevamente a contar sus huevos. 1, 2, 3, 4 y 5. Cuando salgan del cascarón no habrá espacio para todos, pensó. La golondrina cerró sus ojos y buscó al más débil con su pico. 
Lo arrojó al vacío y cubrió apresuradamente a los demás. Seguramente para impedir que escucharan el verdadero sonido de la naturaleza, el cruel, el implacable, el racional.

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