En su provecta edad, Clara tenía unos ojos que
reflejaban su alma llena de respuestas. Las más jóvenes solían sentarse a su
lado tras la comida. Les gustaba nutrirse de sus experiencias, alimentarse de
su sabiduría.
- No debéis
fiaros nunca de los hombres, les dijo envolviendo sus palabras en el aire
fresco de esa tarde que preludiaba tormenta.
- Me
han arrancado de mi lecho tantos hijos que mis senos ya están yermos. No creáis
que los llevaron a otros lugares, no lo hicieron. Me los
arrebataron para matarlos cuando tan sólo eran unos retoños. Una indiscreta
lágrima acertó a caer sobre la única brizna de hierba aún sin pisotear. Respiró
profundo y continuó con la calma de la madurez forjada a golpe de dolor.
- Sin haber
aún descubierto el amor, sin haber cometido ningún delito, les condenaron a
muerte..
Blanquita, la más joven de todas, quebró de pronto la
charla. -
- Disimulad, les dijo. Ahí viene Benedicto.
- Beeeee,
Beeeee.
Aunque desgarrador, ese final me ha dejado una sonrisa, no me lo esperaba. Me ha gustado mucho.
ResponderEliminar;)