jueves, 16 de mayo de 2013

Un traje de corte inglés


Decidió que no fuera una sorpresa, que juntos eligiéramos su atuendo para la noche de nuestro aniversario.
Tras probarse cientos de vestidos, elegimos al unísono uno satén púrpura, de corte imperio, entallado y con un generoso escote, que dejaba adivinar sus voluptuosidades.
Estaba preciosa. Le hubiera hecho el amor una y mil veces más allí mismo sino fuera porque nos esperaban para cenar y porque insistió en seguir acicalándose para mí.
En el maquillaje quiso ser pragmática. Una fina base para cubrir imperfecciones, una sombra de ojos acorde con el vestido y un brillo de labios que yo deseaba borrar con los míos cuanto antes.
Una vez conclusos los detalles, me sonrió y quise besarla. Me lo impidió con un guiño. – Estás preparado?, me dijo levantando el vestido y dejando entrever unas playeras que en algún momento fueron blancas.
- Sí, dije con el pulso acelerado.
- Pues corre!!!
 Saltaron todas las alarmas del centro comercial. Los vigilantes, como siempre, nos  siguieron tan sólo hasta la vuelta de la esquina.
En el comedor social alabaron con vítores y aplausos su radiante belleza. Tras la cena, hicimos el amor donde nos conocimos, en ese banco que tiene tatuados nuestros nombres a fuerza de navaja.
Esta noche, los cartones tienen luces de neón, la luna se ha empeñado en bailar con nosotros.

Este relato forma parte, junto con los de un montón de amigos, de la Primavera de Micros Indignados.

3 comentarios:

  1. Y siempre queda el amor, que es gratis, de momento.

    ResponderEliminar
  2. Esa carrera final no me la esperaba y el escenario de la celebración muchísimo menos.
    Muy bueno, el amor es el mayor articulo de lujo que poseemos.
    Besos de pancarta.

    ResponderEliminar
  3. Vaya lujo! Celebración, vestido de gala, maquillaje especial... Nada hacía esperar el siguiente escenario.
    Y aun rodeados de pobreza, son felices!!!
    Buena lección que nos das.

    Un abrazooo

    ResponderEliminar