martes, 25 de octubre de 2016

Lobos

Pasan uno a uno por el despacho del director. Acatan las normas con las orejas gachas y cabizbajos emprenden el camino de vuelta a clase. Ya en presencia del tutor, me piden disculpas con la voz mermada bajo la piel de cordero. Conozco el protocolo, no es la primera vez.
No quiero escuchar, sólo cuento los segundos hasta que suena el timbre y echo a correr. Intento pasar antes que ellos la primera esquina, pero fracaso. La manada ya está allí, afilando los dientes.

Mi pantalón se moja.

Muerden de nuevo, más fuerte.



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