martes, 9 de enero de 2018

Ida y vuelta al abismo

    Bucear en el lago que había al lado de la casa siempre me trajo suculentas recompensas. 
    Con doce años, y a pleno pulmón, rescaté la bici que nos habían robado y que mi madre nos compró con sus ahorros. Con quince, descubrí que la apnea podía dejarme ver durante más tiempo a Eulalia, que se las daba de beata, entrelazar sus piernas una y otra vez con Quique, el monaguillo. A los 18 comencé a estudiar ciencias del mar y coincidí nuevamente con ella, que me enseñó los más bellos corales.
    Tras su portazo he vuelto aquí, para tratar de encontrar peces abisales... esta vez sin botella.

Imagen tomada de la red

1 comentario:

  1. Buen relato con gran final. La vida es un círculo constante.
    Un abrazo, Raquel

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