viernes, 29 de junio de 2018

Coleccionismo

     Comencé en la infancia y casi de forma compulsiva a coleccionar los cromos de la liga, las firmas de los jugadores en mi balón de reglamento, las patadas en la espinilla y algunas en la boca del estómago.
       Después, con la adolescencia, llegaron las chapas de las botellas con sus caras impresas,  alguna bandera,  los primeros besos y los desengaños
    Con el primer sueldo se sucedieron las bufandas, las equipaciones, las llamadas sin respuestas, los tequieros en papel mojado.
       Me acosté con un entrenador, tres jugadores, un árbitro, el chico que cortaba el césped del campo los domingos por la mañana… y a todos esos fracasos amorosos les sumé los hijos que no tuve, las caricias bien dispuestas y ordenadas en el cajón de mi mesilla, la colección de cartas que nunca escribí y la bala que como buen cobarde, no he sabido gastar.

Para #Historias de Futbol de Zenda
(imagen tomada de la red)

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