El laberinto que dibujaron sus
manos al ayudarle a ponerse la toga, le hizo sentir un brinco adolescente en su
corazón, una triquiñuela en su pecho, que ansiaba salir desbocado.
El yacimiento de jade que
albergaban sus ojos, la suavidad de sus manos al retirarle el pelo por encima
de aquel manto azabache, le hicieron navegar surcando un dulce sueño.
Cerró los ojos para sentirse
mecida por su voz, sintió que sus labios se acercaban trémulos a su boca y un
pellizco se le alojó en su estómago cuando el le inquirió:
-
Díme cómo te
gusta.
Abrió los ojos y el acerico en su muñeca y la cinta métrica sobre su
cuello le devolvió a su oficio como un jarro de agua fría. Su veredicto fue
escueto:
- Que me tire menos de la sisa, por favor.Este microrrelato ha sido seleccionado en el concurso internacional de microrrelatos organizado por la Mutualidad de Abogados
Buenísimo, me ha gustado mucho. Que tengas mucha suerte!
ResponderEliminar;)
Gracias Pulga. Con que les guste a los lectores del Blog, me doy por satisfecha y si suena la flauta, mejor que mejor.
ResponderEliminarUn final estupendo para un microrrelato con el que conseguir una sonrisa que no se pierde en varios minutos. Me ha gustado mucho Raquel, me lo llevo al Castillo
ResponderEliminarGracias. Todo tuyo.
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