Y al empuje de su voz, le arropó la sombra de la mía.
Más grave, más amplia, más hostil.
Al embrujo de sus labios, le subyugó mi lengua,
Más ruda, más curtida, más sutil.
Al deseo de su sexo, le cubrió mi avaricia,
Más ansiosa, más tosca, más febril,
A la combustión incesante de sus ojos,
pretendieron los míos aplacar su embestida,
ahí sí me rendí.
Estupendo relato en verso.
ResponderEliminarLa carne es tan débil...
Un abrazo ( o dos).
Bendita debilidad.
EliminarGracias Kayla
Muy bueno, maestra de la palabra.
ResponderEliminarEnrique.
A tu lado Enrique, soy una torpe aprendiz, pero seguiré remando.
EliminarGracias.
EXCELENTE.
ResponderEliminarSUBLIME.
CONTUNDENTE.
GENIAL.
;)
Gracias pulga, eres un cielo.
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