Tras cuarenta años
en la administración, Benito López, vigilante jurado del Juzgado, ha pasado siempre
inadvertido. A pesar de su expediente
intachable, nadie lo ha felicitado nunca. Ni cuando a la fuerza y sin uso de
arma alguna, detuvo al preso que trataba de escapar tras su declaración ante el
Juez, ni cuando aquel pobre hombre quiso
vengarse del usurero fiador, intentando clavarle el abrecartas del secretario.
Esta noche, una
cualquiera de un año bisiesto, es su última noche allí. Nadie lo espera para
cenar después, nadie ha preparado una fiesta con palabras de halago y reloj de
oro por su jubilación.
Sólo el espejo del baño le
recordará quien es, tan sólo ese reflejo cuadrado será testigo mudo de la única
vez que Benito use la reglamentaria. Quizá mañana sí hablen de él.
Relato seleccionado para la final del mes de febrero de la Abogacía española, podéis verlo aquí.
Fotografía tomada de la red
Duros los abogados. Buen intento. Suerte Raquel.
ResponderEliminarUn beso en la piel.