martes, 24 de julio de 2018

Mascotas


Hoy se ha calzado su sonrisa seductora, el vestido travieso y las sandalias más altas. Desde su puesto de vigía en lo alto de la cofa me observa navegar en el vaivén de sus caderas y, astuta, me lleva a la cueva donde ya ha tendido su tela de araña. Con el calor sofocante obnubilando mi mente, el sopor que provoca el tour de Francia como música ambiental y el deseo de quitarle la ropa como único resorte que mantiene mis neuronas activas, me extiende sibilinamente la trampa. Me dice que quiere una mascota, bueno, dos, dice sonriendo, y como por azar o cosas del destino me muestra en su móvil fotografías de cachorros de tigres y lobos. Sucumbo a su ilusión y pliego las patas traseras sobre la red para que le sea más fácil atraparme, mientras busco en otro tipo de redes tiendas de mascotas.



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